Daba igual que fuera en el río del pueblo, en la piscina de tu ciudad, o para los más afortunados en la playa…
La escena se repetía de forma invariable.
La fiambrera que había llevado mamá, con tortilla de patata, ensaladilla rusa o filetes empanados, era la mejor recompensa después de una mañana de juegos sin descanso.
¡¡¡Pero ay!!! Detrás de esa deliciosa comida venían dos largas, calurosas y tediosas horas, en las que había que mantenerse seco, ¡pero seco, seco! , ni mojarte los pies estaba permitido.
Ante la pregunta que repetíamos todos los niños a nuestros padres, sobre el porqué de aquella tortura, la respuesta era invariable. “Si te metes en el agua después de comer… te puedes morir”.
Y esa frase te la decían con tal convicción, que ninguno de nosotros por trasto o revoltoso que fuera, se atrevía a romper la norma.
¿Por qué aquella maravillosa agua fresquita, que 10 minutos antes de la comida, era divertida y saludable, durante dos horas después de comer se convertía en una trampa mortal?
Desde luego los niños no lo sabíamos, y creo que los adultos que entonces se encargaban de nuestro cuidado, tampoco.
Pero todos conocían… a un primo de un amigo, que un día de verano después de una buena comilona, se había metido en el agua, y por desgracia, había muerto fulminado por un corte de digestión.
¿Hasta qué punto era real toda aquella preocupación?
En mi caso, tuve que ir a la universidad para que alguien me explicara, en una clase, porque era peligroso bañarse después de comer. Y aunque la prevención no estuviese mal, descubrí que las cosas no eran exactamente como me las habían contado.
El problema surge cuando hay un cambio brusco
de nuestra temperatura corporal
Cuando nuestra temperatura corporal es elevada, meterse de golpe en el agua fría puede producir una parada tanto de nuestros movimientos respiratorios como de nuestro latido cardíaco. Una parada cardio-respiratoria.
En resumidas cuentas, tomar el sol en la horas centrales del dia o hacer un ejercicio físico intenso y después meternos bruscamente en el agua fría, puede ser peligroso.
Por esa razón, podréis bañar a vuestro bebé o a vuestros pequeños después de la cena en una bañera con agua calentita, y no va a pasar nada.
Pero cuidado con un niño, que aunque no haya comido, se mete de golpe en la piscina después de haber estado jugando a pleno sol, un buen rato.
¿La comida aumenta el riesgo?
Pues sí, sobre todo cuando es copiosa, de hecho, cuando hacemos una comida abundante solemos entrar en una fase de somnolencia, el cuerpo nos pide un sueñecito.
La razón es porque una parte importante de nuestra sangre se centra en el aparato digestivo, por lo que disminuye la cantidad que hay en el cerebro.
Cualquier actividad que requiera un aumento en las necesidades de sangre, como meternos en agua fría de golpe o realizar un ejercicio intenso, disminuirá todavía más el flujo en el cerebro y se puede perder la consciencia, y si estás en el agua, eso será peligroso.