Y NO MORIR EN EL INTENTO
El chupete, ese magnífico instrumento que ha conseguido calmar a tu bebé en muchísimas ocasiones, ¿se ha podido convertir en una obsesión para él?
Comenzaré explicando que el chupete, como de casi todo de lo que hablamos con respecto a los bebés, tiene sus etapas.
Os recuerdo que no es recomendable darlo en los primeros días de vida.
Hasta que la mamá genere suficiente leche, la razón es simple, los primeros días el chupete del pequeño es el pezón de mamá. Hablo más detenidamente de ello en el post de la lactancia materna.
Aunque los bebés deciden aceptar o no el chupete desde bien pequeñitos, hasta pasado el primer año de vida no se convierte para ellos en algo imprescindible para sentirse bien.
Dicho de otra manera, hasta ese momento no muestran un hábito que puede preocupar a los padres.
Durante los primeros meses de vida cuando lloran les colocamos el chupete y al poco rato lo tiran, tenemos que sujetárselo a la ropita porque si no, nos lo encontramos permanentemente en el suelo.
Ésta es una de las razones por la que los papas se confían y creen que cuando haya que quitárselo, no se van a encontrar con un serio problema.
A partir del segundo año de vida
Pero su relación con el chupete cambiará radicalmente a partir del primer año de vida.
Los niños que a los 9 meses llevaban el chupete en momentos puntuales, a los 18 no pueden pasar sin él, no se duermen sin chupete, no juegan sin chupete, tienen un auténtico síndrome de abstinencia si no lo llevan puesto.
Mi primer consejo es pues, estar un poco atentos en el segundo año de vida del niño, y aunque se podría mantener hasta que el niño cumpla dos años sí que sería recomendable no abusar de él.
Cuando nuestro hijo necesite consuelo, se le pone el chupete, pero en cuanto se calme se lo podemos quitar.
En la mayoría de ocasiones, una vez que el pequeño se ha consolado, continúa jugando con el chupete puesto, y eso le va a crear un hábito difícil de quitar, y la boca se le irá deformando poco a poco.
¡Pero ay!! Llega la fatídica revisión del niño a los 2 años
Y el profesional sanitario que se la haga, os dirá que el chupete hay que quitarlo ya.
Simplemente porque ese moldeado de su paladar y de la dentición puede convertirse en permanente.
Deformaciones del paladar y de los dientes
Las fotos que acompañan a este post no son para nada tremendistas y las vemos con más frecuencia de la deseada en niños a los que no se les ha retirado el chupete a tiempo.
Lo malo de esto es que ese “moldeado” permanece cuando los dientes de leche se caen y salen los permanentes. Con las consabidas consecuencias de niños que cuando lleguen a los 16 años más o menos, van a necesitar la intervención de un odontólogo que tendrá que colocarle un aparato correcto.
Con lo que supone eso de gasto, tiempo, incomodidad, y complejo que puede suponerle al adolescente.
Entenderéis que la retirada del chupete, no es algo que haya que tomarse a la ligera.
¿Cuándo?
Pues no más tarde de los 2 año. Cuanto más tiempo pase de esta edad más difícil será que la boquita vuelva a su anatomía original.
¿Cómo?
Aquí está el quid de la cuestión y para ello os recomiendo unas simples pautas
1º Tomar la decisión y mantenerla
No quitéis el chupete para probar a ver cómo se lo toma.
Si hacéis esto y a la media hora se lo ponéis, estaréis mucho peor que antes. Habremos enseñado al niño que llorando puede conseguir que se lo volváis a dar.
Así que la próxima vez que lo intentéis, repetirá la maniobra que en su día le funcionó, y llorará el rato que haga falta, para recuperar el objeto de su deseo.
2º Decisión consensuada.
Por supuesto los dos papas deben de haberla tomado, y no me cansaré de insistir, mantenerla. Por supuesto esto incluye a todos los adultos que cuiden a vuestro hijo.
Creo que mostrar las fotografías de este articulo a algún adulto indeciso, puede ayudar.
3º Momento adecuado
Acordar también cuando lo vais a hacer, pueden ser un par de días o de noches complicados. No busquéis una semana llena de compromisos o trabajo, ni la vuelta de unas vacaciones, que no es precisamente un momento para tener el ánimo alto.
El momento debe permitiros que no sea un grave problema no descansar bien unas noches y por el día poder sobrellevar algún que otro berrinche.
4º Tiraremos TODOS los chupetes
Este va a ser el mejor indicativo de vuestra determinación, si tenéis la tentación de guardar el chupete en un cajón “por si acaso” peligro, volver a leer la primera recomendación.
El chupete debería estar en la basura y a ser posible en el contenedor de la calle, donde ya resulta muy complicado ir a buscarlo, en el minuto de desesperación de las tres de la mañana.
Tirarlo con el niño delante, que él vea que ya no hay chupetes en casa y lo podemos canjear por un peluche, mantita…
Algo que le haga ilusión y le ayude a relajarse, por ejemplo cuando se vaya a dormir.
También puede ser buena idea que se lo lleven los reyes magos o Papa Noel, a cambio de juguetes de niño mayor. Si no es temporada de Navidad podéis utilizar otro ser mágico, de algún cuento, por ejemplo. Un ratoncito Pérez de chupetes
5º Firmeza
Esta será la gran clave para llegar a buen puerto.
La firmeza es algo que los papás trasmiten a los hijos cuando tienen que educar.
Los niños perciben esa firmeza y tienen muy claro cuando papá o mamá están muy convencidos de algo.
Por lo tanto, no merece la pena insistir. Cuando no os ven demasiado convencidos, el niño pensará…. “Si insisto y me pongo muy impertinente…… lo puedo conseguir”
En resumidas cuentas, la firmeza que tengáis a la hora de quitarle el chupete influirá drásticamente en el tiempo que vuestro hijo necesite para lograrlo.
Recordar en los momentos de debilidad que, aunque vuestro hijo lo esté pasando mal, le estáis evitando unos posibles años de aparato y que ese pequeño chupete os puede costar en el futuro el precio de un coche.